Emilio, Roberto y América

Camino, respiro, sueño, suspiro, observo: la gente anda con prisa, difícilmente voltean a ver su escenario, la gente anda sin saber, sin reír, sin soñar, sin suspirar... es quizá este sistema pseudo capitalista, la comida cada vez más artificial o el exitoso modelo que merma cerebros y domestica almas llamado televisión, pudiesen ser tantas cosas, o simplemente nada, simplemente quizá es nuestra naturaleza ser en demasía insensibles, egoístas, bélicos, despiadados, cínicos, deshumanos...



Estas son breves historias de esas personas que no volteas a ver; por que apestan, por que están locos, por que no son gente de bien...


Al fondo esta Emilio, el más joven de los tres, frente a él esta Roberto Callejas Chavez quien con afecto me invita a comer, por último y no menos importante esta América, ella sonríe y constantemente me pregunta si voy a la escuela, cual es mi nombre y en un acto bello me comparte un poco de su historia.

América:
Ella luce delgada, sonriente y asombrada del hecho de querer pasar un rato junto a ellos, enfatiza la invitación de Roberto, pero decido negarme, francamente ando sin apetito, no por que haya engullido grandes cantidades de alimento, simplemente mis vaivenes emocionales aderezados con la crudeza de la sociedad me han dejado sin hambre, pero bien yo les contaba de América, su edad según recuerda es de 42 años, salió de su hogar apenas teniendo 14, es oriunda de la ciudad de México, sus primeros años los vivió en la colonia Tacubaya, actualmente vende dulces, me dice con gran alegría que su trabajo le da para comer y al realizarlo lo disfruta mucho, ella dejo su casa buscando tener una vida independiente, su primer día en la calle fue difícil, se encontraba sola, sin dinero, con hambre y sin un lugar seguro para dormir, ella me dice que simplemente comenzó a caminar y así sin saberlo sigue caminando por la cuidad.

Roberto:
Él también tiene una gran sonrisa, pese a tener casi todos sus dientes ausentes, sonríe. Saben es absurdo pero tan vehemente que personas con "tan poco" sonrían más y que aquellos que "gozamos de más".


Roberto Callejas Chavez, quien de los tres es el único que recuerda sus apellidos, dice tener 43 años, también es oriundo de la ciudad de México, creció en la colonia Morelos. A los 15 años comenzó su andar  como "perro callejero", que es la forma en la que él se refiere a la vida en la calle, me cuenta que un día decidió sentirse hombresito; "chelas, mota, desmadre, peleas, cascaritas de pambol, me sentía todo un hombre". Su primer día fuera de casa lo paso en un taller mecánico, al llegar la noche su patrón le permitió dormir en los autos, fue así como dejo su casa, para ir tomando poco a poco un destino incierto, fue talachero de vulca y cambio de aceite, zapatero de los buenos, de esos de la colonia Morelos. Actualmente es zapatero. De su familia sólo sabe de su hermano, quien esta en Chicago.


Emilio:
Oriundo de Veracruz, fue llevado a la cuidad fronteriza de Tijuana, apenas tenía 15 años cuando se despidió de aquellas tierras que lo vieron nacer, las cuales hasta la fecha no ha podido volver a pisar. En Tijuana trabajo como chofer de una madereria, su estancia en aquella emblemática cuidad duro 12 años, donde conoció a una norteña con quien tuvo hijos. Ella no quiso cuidar de ellos por lo cual Emilio partió a la ciudad de México en busca de nuevas oportunidades. Llegó con sus hermanos, quienes actualmente cuidan a sus hijos, él da un giro a la conversación y con una sonrisa que me dice: "es que la norteña era muy celosa, que si saludaba a alguien, que si me volteaban a ver, es que las mujeres son así, celosas, malas y uno no hace nada, mejor me fui, así mejor como estoy aquí". Emilio trabaja como albañil, le gusta estar con América y Roberto pues ellos no son malos, tampoco tienen vicios y son trabajadores, concluye la platica.

Estoy satisfecho, sus historias aunque breves me dan una idea de lo que más tarde y justo ahora les estoy redactando, respiro y continuo sentado en el suelo, a unos metros Roberto sacude su ropa y América me sigue observando sonriente, es hora de partir, y continuar mi día.

Al levantarme América me pide la mano para poder levantarse ella también, sus manos son ásperas, sucias, maltratadas, y por mucho las manos más hermosas que tuve el placer te sujetar este día. Miro a Emilio acaricia un perro; flaco, mugroso, tierno y muy feliz, su nombre es "canela". Amarrada al poste esta "la lady", ambas son hembras, "perras, por que son las que si ladran y cuidan", me dice América mientras sonríe y suelta una breve y cálida risa.

Ahora si es momento de irme, miro de nuevo la escena, suspiro y agradezco la atención y tiempo dado.

Me alejo dejando sombras de sollozos marchitos ante la indiferencia de la gente que pasa, la gente que mira sin observar, de la gente que vive sin soñar, la gente que camina sin buscar llegar.

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