Años de alas rotas...

Momento de nadie entre miradas grises de esperanzas sucumbidas, ante las ilusiones y sueños destrozados, momento de nadie entre modales olvidados, tres cuartas partes del día han trascurrido; retrospectiva de mi viaje el trayecto en metro ha terminado. La gente camina aun arrastrando las cadenas de un sistema de producción a priori del intento de capitalismo mocho latinoamericano, estas personas se arrastran, se empujan, se olvidan de si mismos, de su situación, de su poca educación, van con prisa de llegar a ningún lado, van con prisa de llegar a prender el televisor y dejar la miseria por un pequeño instante de lado. Personas de colores monocromáticos, almas grises y sueños percudidos, personas que lloran en su momento la nostalgia de cuando niños.

Subir las escaleras entre muertos de tristes vidas, donde eres quien por el tamaño de tu nomina y no eres nadie por el tamaño de tu imaginación. Reflexionado sobre esta triste condición humana cuando vislumbro su tranquilo andar, era un ángel de cabellos plateados, con lineas de sabiduría en su piel, con cuerpo regordete y mirada aun con la luz de mil soles, este ángel de 70 u 80 años; quizá un poco más quizá un poco menos. La mire caminar tan digna y radiante como solo los seres de almas puras pueden andar, llevaba las alas rotas y en su condición de ser aéreo, sus piernas no eran la mejor condición para poderse transportar, se apoyaba de un andador metálico y aun paso mas que moderado iluminaba su medio. No entiendo como nos atrevemos a llamarnos humanos y jactar de civilidad, amor y cariño a los demás, no entiendo como los humanos en su mayoría se olvidan es estos hermosos ángeles, que andan con las alas rotas, ciegos al olvido, enfermos de la soledad, miserables de tanta falsa humanidad.

Me acerque sutilmente con cuidado de no molestar, le pregunte si podía ayudarle y su cálida sonrisa fue el mejor regalo, que este día la vida me pudo otorgar, subimos con cuidado las primeras escaleras y un buen policía nos abrió una salida especial, agradecí tanto este acto, pues ella y yo sabíamos que los torniquetes eran un obstáculo imposible de superar. Despedí su celestial compañía hasta me permitió acompañarle, ella este ángel hermoso de cabellera plateada, hermosa como mi difunta abuela y con una dulce y celestial mirada, me regalo la bendición -ademas de la católica- esa bendición y satisfacción de saber que un ángel de esos de 60, 70, 80 o mas años al menos solo por hoy, no fue olvidada.

Regreso a mi absurda realidad, y les pregunto: ¿quién se arrastra mas; el anciano olvidado por la sociedad o el promedio mexicano que olvida su humanidad?




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